Si viajas a Ámsterdam es recomendable aprovechar alguno de tus días en la ciudad para realizar una escapada a los pueblos cercanos a la capital. Una excursión a estos típicos pueblos holandeses es una de las mejores cosas que hacer en Holanda. Si a ello le sumamos que son fácilmente accesibles en transporte público o en excursiones de un día, no tienes excusa para no visitarlos. Lo habitual es visitar dos o tres pueblos en un día si vas en transporte público y los principales elegidos suelen ser, por este orden, Marken, Volendam, Zaanse Schans y Edam.
Todos ellos tienen una arquitectura similar pero cada uno con un encanto especial. Nosotros ya conocíamos Marken y Volendam por lo que esta vez nos decantamos por visitar Edam y Zaanse Schans.
¿Cómo llegar a Edam y Zaanse Schans?
El transporte público es una muy buena opción. Desde la estación central de Ámsterdam salen autobuses en dirección a todos estos pueblos. Se puede comprar el billete de un día (Waterland ticket) que cuesta 10€, el cual permite hacer trayectos durante una jornada. Los autobuses son de la compañía EBS. En este enlace está toda la información sobre las rutas y también se pueden comprar a través de esta web los billetes.
Otra opción es coger un tour guiado. Se puede comprar en la misma ciudad o a través de internet. En el tour se recorren los cuatro pueblos en un mismo día: Zaanse Schans, Edam, Volendam y Marken. Si queréis visitar los cuatro pueblos en un día lo más cómodo es contratar la excursión. Aquí os dejamos con el enlace para que podáis reservar directamente.
Visita a Zaanse Schans
Zaanse Schans se encuentra a menos de 20 km de Ámsterdam y es el único pueblo al que también se puede llegar en tren. La primera impresión de Zaanse Schans es que estamos en un museo al aire libre donde se puede apreciar cómo era el norte de Holanda en los siglos XVII y XVIII.
Se trata de un pueblo muy bonito y que seguro que has visto más de una vez en fotografías. Zaanse Schans reúne casi todo aquello con lo que se relaciona a los Países Bajos molinos, quesos, zuecos y canales. A nosotros nos gustó mucho porque se pueden conocer las tradiciones más típicas del lugar además de los paisajes más característicos, pero es verdad que es un pueblo mucho más enfocado al turismo.
Nuestra recomendación es que te dejes llevar por el pueblo y te vayas sorprendiendo con las bonitas imágenes que vas encontrando de sus casas y de todos sus molinos, en definitiva de su paisaje.
Recorriendo sus calles encontrarás una tienda de los famosos zuecos. En ella además de encontrar gran variedad de zuecos de todos los colores, también hacen una demostración de cómo se fabrican. Antiguamente se tallaban a mano pero actualmente con las máquinas en unos 5 minutos tienen un par de zuecos.
Estos zuecos eran empleados para trabajar en el campo sus ventajas eran la resistencia y que en invierno daban calor y en verano eran frescos. Actualmente estos zapatos están homologados y reconocidos por la gran seguridad que aportan, ya que son muy resistentes.
No se sabe exactamente de qué año son, puesto que una vez que se desgastaban los iban quemando pero se cree que se usan desde hace más de 800 años.
Además de los zuecos en Zaanse Schans puedes degustar una serie de quesos en las tiendas que encontrarás.
Nosotros fuimos en invierno y nada más llegar al pueblo nos vino un delicioso aroma a chocolate así que fuimos a tomarnos uno. La tienda es muy curiosa ya que te van indicando las proporciones y te haces tú tu propio chocolate.
La verdad que nos pareció un poco caro pero no habíamos desayunado y el calorcito del chocolate nos sentó de maravilla.
Lo más conocido y lo que más llama la atención de este pueblo son sus molinos. La mayoría de ellos han sido reconstruidos. Estos eran utilizados para moler grano y producir diversos productos como mostaza, aceite de linaza, papel, pintura, etc.
Algunos de los molinos todavía están en funcionamiento y alguno de ellos se pueden visitar pagando una entrada. Ahora bien, si no quieres pagar para verlos y quieres hacerte una idea de cómo son por dentro, en la entrada del pueblo hay un molino de entrada gratuita.
Sin duda un pueblo ideal para pasear y dejarte enamorar de sus rincones y vistas con todos sus molinos alrededor.
Visita a Edam
Edam se encuentra a 22 kilómetros de Ámsterdam. Seguro que a todos nos suena el nombre y es que esta pequeña ciudad da nombre al famoso queso holandés Edam.
En el siglo XVI Edam tenía un puerto muy importante y era una ciudad que podía celebrar un mercado tres veces al año. Estos factores hicieron que tuviera una muy buena economía y además pudo dar a conocer su producto. Es también por eso que su queso es tan conocido, mucho más que otros de regiones cercanas.
En la ciudad hubieron varios problemas de inundaciones por lo que se ordenó cerrar el puerto, lo que hizo que la economía empeorase. En compensación al cierre del puerto se le permitió celebrar un mercado una vez a la semana.
Con este derecho los agricultores llevaban el queso en pequeños botes y una vez llegaban los transportistas lo llevaban al mercado así como se ve en la escultura de la plaza. Los quesos eran redondos por lo que tenían que ir con cuidado de que no se cayeran, ya que no había ninguna barrera a los lados que frenara la caída.
Una vez en la plaza los comerciantes evaluaban y probaban el queso y ponían precio al mismo.
Actualmente se celebra el famoso mercado todos los veranos, pero es más bien un reclamo para los turistas.
Para visitar Edam recomendamos ir paseando por sus calles sin perdernos algunos puntos de interés como la mencionada plaza del mercado, el Ayuntamiento, el Carillon, el puente de Kwakel o la iglesia de San Nicolás.
Justo al otro lado del ayuntamiento se encuentra la casa más antigua de Edam, data del 1530 todo un milagro que aun se mantenga en pie.
La casa fue restaurada pero su interior se conserva en gran parte como era en el siglo XVI. Lo más llamativo de esta casa es su sótano flotante, cuyo suelo, resistente al agua, se mueve de arriba hacia abajo. La leyenda cuenta que esta casa fue construida por un capitán de barco que extrañaba el mar y es por eso que construyó ese sótano que se movía.
Nosotros no pudimos entrar en esta casa museo pero seguro que es una visita muy interesante, al menos el sótano debe ser digno de ver.
El edificio más reseñable es la iglesia de San Nicolás de gran tamaño aunque si nos fijamos en su torre parece que no es proporcionada la altura al tamaño de todo el edificio. Esto tiene un motivo y es que esta iglesia sufrió dos incendios y al reconstruir la torre se redujo su altura.
Por último como dato curioso encontramos estas pequeñas casitas junto al canal. Son las «casas del té«. Los protestantes no podían hacer ostentación de su riqueza así que en las casas se construían estas pequeñas casetas. En ellas se reunían las mujeres para tomar el té y de ese modo no mostraban sus casas.
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